jueves, 11 de marzo de 2021

Los más brillantes saben cuándo callarse.

Ya sé que me comprometí a escribir más amenudo y con cierta regularidad, pero resulta que uno no está  tan bién como pensaba, pero oye, quizás tardo más pero ahí voy.

Ahora que me he visto obligado a frenar en seco, tengo tiempo para reflexionar sobre ciertas cuestiones, como las reuniones de trabajo. ¿A cuántas habréis asistido y de cuántas habéis salido con la sensación de haber perdido el tiempo?

Sin duda las reuniones pueden ser una experiencia de lo más peculiar.  Antes de que nos demos cuenta, pueden descontrolarse.  Hasta los líderes con sus impecables trajes de raya diplomática y cabellos que se vuelven a cada día que pasa más grises, pueden perder la trama envolviendo su ego con palabras.  Dicho de otro modo, hablan mucho.  A medida que avanza la reunión, el duelo continúa.  Los líderes lanzan palabras.  Y quienes buscan su próxima promoción hacen lo mismo.

Comienza el postureo, la clave es parecer inteligente. Empieza el desfile de hojas de cálculo y frases de boca de los clientes, que nunca dijeron, para asegurar que se lleva razón y ver quién es el que más contacto tiene con ellos y por tanto, quien mejor los conoce.
 
Al final sales de ahí pensando que es una mierda.  La reunión ha sido una pérdida de tiempo.  No se llega a ninguna conclusión.

 Pero no todo está mal.  Las reuniones me han enseñado una lección valiosa: Aprender de la gente tranquila.

 Personas que asisten pero permanecen ocultas, que no dicen nada.  Pueden asistir a diez reuniones seguidas y nunca les escucharás decir: "está boca es mía". Sus palabras son un privilegio. Te mueres por saber qué dirían.  Porque sus gestos, expresiones, lo dicen todo.  Y es como si a cada reunión, se volvieran más inteligentes, al no decir nada en absoluto.

 Simplemente observan a las bestias ruidosas, en lugar de convertirse ellos en bestias.

 Solía ​​ser ruidoso en las reuniones por eso de que hay que "dejarse ver". Qué gran error. Y fue observando a  esta gente tranquila de la que hablo, lo que  hizo que cambiara de actitud.  Ahora trato de sentarme en silencio en la mayoría de las reuniones y no decir ni una palabra. Estoy muy lejos de dominar esta habilidad, pero ya he progresado mucho.

La persona más ruidosa en la sala no es la de mayor rango, ni necesariamente la más brillante.

 Los títulos de nuestras tarjetas de visita hacen que la gente haga cosas estúpidas.  Uno de esos delitos menores es hablar demasiado.  Hoy tienes un carguito, pero mañana puedes dejarlo.

 Lo que de verdad arruina los negocios es la gente que no escucha.  Creen que conocen el mercado, pero en realidad no saben nada en absoluto.

 Los más brillantes no suelen decir nada.  Allí están tomando notas y prestando atención a lo que está sucediendo.  Observan el duelo de egos y no ven espacio para interrumpir.

 Cuando termina la reunión, regresan a sus quehaceres y ayudan a completar la lista de acciones. Aportan actuando, no diciendo palabras huecas que solo sirven para alargar las reuniones.

 Las personas que hablan más alto y más en la reunión no suelen ser las más inteligentes.  Están ahogando las soluciones de las personas que hacen realmente el trabajo.

 Sentarse en silencio.  No te convierte en un perdedor;  te hace inteligente.

 Los más brillantes saben cuándo callarse.

 Por supuesto, hay ocasiones en las que se le pedirá que aporten sobre un tema.  No pueden decir que no, ni hacer señales con las manos. Y cuando intervienen ves que la clave está en hablar con la menor cantidad de palabras posibles y exponer tu punto.  Y tan importante es saber exponer lo que necesitas decir en el menor tiempo posible, como saber cuándo callarte.

 Saber cuándo no hablar es un arte.

 Si puedes aprender a callarte en los momentos adecuados, puedes escuchar a las personas que no hablan.  También aprendes a escuchar lo que no se dice.

 Los brillantes saben cuándo escuchar y aprenden.

 Callar es escuchar y escuchar cambia tu vida.

 ¿Por qué?  Porque cuando escuchas, aprendes. 

Recuerdo mi primer cliente importante, Él solo me reportó todos mis objetivos para ese año. Recién llegado al puesto, y allí estaba frente a un cliente que se suponía fuera de mi alcance.  Al sentarme con ellos, una reunión tras otra y no decir nada aprendí lo que hacía el cliente y cómo funcionaba el negocio de mi empleador.  Nadie en esas reuniones se enteró nunca de que yo no tenía ni idea.

 Cuando escuchas, la gente asume que sabes lo que estás haciendo.  ¿Y adivinas qué?  Sabrás lo que están haciendo, si escuchas.

 Recuerdo haber oído hablar de un tipo (olvidé su nombre) que en sus reuniones utilizaba el arte de escuchar, ascendió en la empresa llegando a entablar reuniones con los dos fundadores de Google.

 Todo lo que hizo fue sentarse y callarse, y simplemente, ofrecerse a tomar las notas para la reunión.  Nadie lo cuestionó jamás.  Lo que aprendió en esas reuniones cambió por completo su vida.  Destacó mucho más rápido en su carrera porque estaba por delante de la curva de conocimiento, gracias a las reuniones a las que pudo asistir.

 Si escuchas, aprenderás cosas que nunca te enseñarán en una universidad prestigiosa.  Se podría argumentar que la educación que este hombre recibió de los dos fundadores de Google fue mejor que su título universitario. Y sólo tuvo que escuchar.

 Elogiemos la tranquilidad, no el clima caldeado ni el ruido.

 Mi objetivo en las reuniones ahora es ser la persona menos ruidosa en la sala.  El aire está tan cargado en algunas, que no se consigue nada.  Mi deseo de ser escuchado en las reuniones podría detener mi aprendizaje.

 Nuestro ego nos hace hablar demasiado.  Si aprendemos a tomarnos a nosotros mismos a la ligera y reducir nuestro protagonismo, terminaremos hablando menos en las reuniones.

 En muchas ocasiones, las personas más ruidosas en la habitación o en una "call" suelen ser las más tontas porque no saben o no tienen disciplina para estar calladas.  Es trágico.  No convirtamos nuestro trabajo en una tragedia hablando demasiado en las reuniones.

 Las personas tranquilas cambian el mundo porque escuchan y observan cosas que otros no escuchan.

Observemos y aprendamos de la gente tranquila en las reuniones.

 Estudiemos a esas hermosas criaturas silenciosas.

 Tú que lees esto, también puedes ser una persona tranquila si así lo deseas, pero primero tienes que observar la magia de la gente tranquila.

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